Palabras, días.

Nuestra vida en las palabras

Invidia, envidia

Me pone triste lo que tú tienes y yo no; también sufro por lo que los dos tenemos pero a ti te luce más o gozas más.

Esto tiene mala solución: ni siquiera me vale que te mueras. Solo serviría que no existieses ni como posibilidad y eso es imposible porque has sido, eres y serás mientras sea yo.

Ahí, pegadito a mi piel para siempre como un indeleble olor a mierda de perro en el zapato.

Matt Cunningham: Collage

Si alguien conoce un sentimiento más venenoso, que me lo diga.

De vĭdĕo (yo veo), viderē (ver), surge invĭdĭa. El prefijo in-, por su parte, puede tener valor de negación como en in-mortal; esto conduce a una primera y, según parece, errónea interpretación: envidiar sería, sencillamente, no poder ver a alguien (en apoyo de esto parece venir el euskara: ezinikusia significa exactamente eso).

La envidia, personificada como una vieja que porta una víbora y devora su corazón

Sin embargo, todos tenemos claro que no poder ver y envidiar tienen campos semánticos que sólo parcialmente encajan: pueden funcionar como sinónimos contextuales, pero tienen rasgos que no coinciden. Por un lado, es factible no poder ver a alguien y no envidiarlo. También podemos quitar a la envidia el malestar y llegaremos al oxímoron envidia sana; comparte con la malsana el deseo de poseer los bienes materiales o morales de alguien pero el odio es sustituido por admiración. Quizá solo se da cuando la emulación se ve como posible y conveniente.

En cualquier caso, in-, en latín tiene también significado de movimiento, dirección hacia algo o alguien; esta parece ser la pista certera de nuestra palabra. In-vidēre, desde esta perspectiva, es lanzar malas miradas a alguien deseando su daño. No me conformo con no mirarte para ahorrarme el espectáculo de tu insoportable forma de existir. Que la envidia viene desde los ojos, lo vio claro Dante. Según la ley del contrapasso, este es el castigo que asigna en su Commedia a quien la posee:

“Tienen sus párpados atravesados y cosidos por un alambre, como se hace con los gavilanes salvajes para domesticarlos.”

DANTE: Divina Commedia, Purgatorio, Canto XIII

En apoyo de esta línea vienen las acepciones que nos da un buen dicionario de latín (como el Diccionario Etimológico Latino-Español de mi querido y admirado profesor don Santiago Segura Munguía):

  • Mirar con malos ojos, con envidia, con odio; querer mal, aojar.
  • Envidiar.
  • Privar de [algo por envidia], impedir.

¿Por qué no volvemos al euskara? Tenemos begizkoa, que significa mal de ojo, embrujo. Y si la imparable regresión «democratizante» del joven hablante de vasco («¡Cómo voy a decir eso! Mis amigos van a pensar que voy de…») no estuviese relegando al rincón de la pedantería y el arcaísmo a tantas palabras y expresiones bellas y necesarias, aún diríamos begitan hartu nau (lit.: me ha tomado en ojo) para el castellano me ha cogido manía (¡ojeriza!).

Sin embargo, begiz jo (lit.: golpear con el ojo) significa escoger algo como deseable, ficharlo. Y begikoa izan, serle a uno alguien simpático («Begikoa dut», me cae bien, me es simpático»).

Francisco de Quevedo (copia de Velázquez)

La envidia es un vacío (Quevedo, que de esto algo sabía, dijo: «Muerde pero no come»): se centra más en el otro que en mí y hunde sus raíces en mi déficit de autoestima. Esto nos indica la única salida posible del laberinto: volver los ojos a nosotros mismos y centrarnos en lo que somos y tenemos. Al principio será un esfuerzo hipócrita pero en el ser humano el hábito se vuelve naturaleza y carácter con relativa facilidad (Fake it till you make it!). Si no puedes ser sano, impóstalo, tira de tus propios hilos de títere con vocación de superyó.

(El Barón de Münchausen se saca a sí mismo, con caballo y todo, de una ciénaga. Tira de su propia coleta haciendo gala de recursividad.)

La solución, siempre, llenar el hueco existencial (con valor existencial, claro).

Arthur Munch: La envidia

Y si, como es de prever, no podemos librarnos de la envidia, recordemos esto:

«[…] envidiar y ser envidiado son inevitables, admitámoslo, pero no incontrolables, por eso una de las cosas que debe saber un envidioso es que las personas a las que envidia son tan incompletas como él, el hombre es un proyecto en marcha, un ser incompleto y no existen excepciones.»

https://sites.google.com/site/diccionariodecenteno/e/envidia

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