
Designed by rawpixel.com / FreepikRealmente, la vida no tiene un minuto de reposo a causa de la viga. Me paso el tiempo intentando verla y no puedo descansar, regocijarme con las pajas de los otros. Esas sí que se ven bien; las discrimino, categorizo y razono, las destruyo sin piedad.
Lástima que, de niño, tuve una época en la que leí en cadena los Evangelios (palabra griega que significa «buena nueva»). Como bibliófilo de pacotilla, me encantaba esa excelente edición propia de las buenas publicaciones religiosas: encuadernación en tela, papel… ¡biblia!, tipografía impecable, hilillo marcapáginas encarnado y la solera de un inevitable desgaste no deseado y combatido pero admitido como compañero de viaje.
Jesús, en el sermón de la montaña (Marcos, 3, 6), dice así: «3¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? 4¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? 5Hipócrita: sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.»
Con el paso del tiempo se acumulan en los circuitos de la mente esas excrecencias desorganizadas que podríamos denominar cultura o, si el estercolero se nos ha ido de las manos, erudición; es así como ahora a la paja o mota he llegado a llamarla sesgo, que queda mejor (si le añado cognitivo, asciendo aún más). En cualquier caso, se trata de un fenómeno rico y omnipresente que a menudo actúa, por desgracia, de forma inconsciente.

Esta es la definición que da el diccionario Cambridge: «The action of supporting or opposing a particular person or thing in an unfair way, because of allowing personal opinions to influence your judgement.» Más adelante, menciona el término «unconscious bias».

El Robert, por su parte: «Biais cognitif : distorsion dans le traitement d’une information, susceptible de fausser le raisonnement et le jugement.»
(Espero que se me perdone la pedantería, pero no he podido utilizar la definición de la RAE porque se ciñe a la estadística y necesitaba poner el concepto en su sitio.)
He encontrado categorías de sesgos bien pintorescas. ¿Qué me decís del «efecto reactancia» o del «efecto maldición del conocimiento»? ¿Y Dunning-Kruger?
Los sesgos son pura literatura, pues construyen relatos. Somos la historia que nos narramos y, como dijo Machado de la poesía, palabra en el tiempo. Por lo tanto, esa narración, poema, comedia, ensayo… se sustenta en la secuencia de lo ya escrito. La ciencia nos explica que la memoria es creadora, no recuperadora: cada vez que evocamos una experiencia, lejos de sacar datos de un fichero, rescribimos la historia de acuerdo con nuestros sesgos inconscientes. De algún modo, se podría decir que recordar es una profecía autocumplida con efectos retroactivos: no recordamos lo que pasó (imposible, hasta lo más simple de la vida es tan complejo que no nos enteramos de nada) sino lo que nos cuadra que hubiera pasado. Podemos incluso recordar un yo que jamás existió y que nunca predijo en un momento anterior algo indeseable que está ocurriendo y decir, cargados de razón, YA LO SABÍA.
En cualquier caso, la memoria y la imaginación proyectiva, lo retrospectivo y lo prospectivo son la misma facultad o la misma pluma.
¿Tiene sentido luchar contra los sesgos? (No hablo de vencerlos.)
Yo deseo creer que algún tipo de perspectiva es posible y que admiten cierto control. Al menos, puedo decir que identifico como tales y desmonto lógicamente muchos sesgos de los demás, algo muy necesario si no quieres ser un pelele –todo– el tiempo.
No siempre me sirve de algo: caigo bien a ciertas personas que no me conocen de nada: armadas de prejuicios, han decidido que soy bueno, paciente y justo. Yo, que odio que me malinterpeten groseramente, les menciono mis ridídiculos y frecuentísimos ataques de cólera o alguna de mis ruindades más confesables. Ellas sonríen con arrobo y piensan: «¡Se echa mierda encima de puro bueno que es!» Y mi aureola reluce un poquito más. Vamos, que soy una marioneta sobreactuada de las profecías autocumplidas de los demás.
Quizás, apoyándome en esa experiencia, pueda llegar a colgar en la pared del salón la cabeza de alguno de los míos y reírme, liberado, de todo lo que me hacía. De momento debo conformarme con una mínima higiene: pensamiento lento, introspección, curiosidad… Otear por los huecos entre la vigas y no dejar que se conviertan en un laberinto tridimensional autoalimentado hasta resultar indestructible.

Lo malo es que estos fantasmas, lejos de ser monolíticos, parecen fluidos, adaptativos, descubren la puerta trasera. Al menos, que las historias sean buenas y las palabras rezumen vida.
INVÉNTAME PALABRAS
Invéntame palabras que me acompañen siempre,
que se me queden limpias, incrustadas en nombres.
Dámelas tan sencillas
como una miel primaria de remota colmena.
Dámelas contenidas, gozosas, apremiantes,
que afloren milagrosas como un agua de gruta,
como un trigal maduro
a la altura del pecho.
Dámelas con silencio de escondidos caminos.
en vertical plomada.
Que me acoracen lentas en largo aprendizaje;
pasarela o pontana hacia nuevas orillas.
Olíbano perfume para mi viento oral.
Concha Lagos