Inspirar, “soplar”.

Cae el sol de Sicilia en el siglo V a. C. Las obras del templo no terminan nunca. Un cantero dorio, molesto quizá por la dureza del trabajo y lo escaso de la paga, talla en un rincón discreto de la piedra: “mis palabras poseerán por el ano a quien las lea”. Se queda tan ancho tras su derramamiento gratuito de violencia verbal y sexual con sacrilegio de propina. Y su esfuerzo le ha costado. 1

Un niño va en el autobús de la escuela camino del polideportivo. Por azar, va sentado junto a la chica que le gusta pero se aparta de ella haciendo gala de respeto que quiere ser reverencial. «Señor, yo no soy digno de…» ¿De qué? Lo ignora, pero sabe que está haciendo bien.
Ella, creyéndose despreciada, gira la cabeza y suelta el latigazo: “¡No soy un sapo!”.
Él, sabiéndose malinterpretado, decide derramar odio dórico sobre el género humano y escribe en el cristal empañado: “ .ael ol euq le otnoT”.
***
Mismo deseo de dominar; violencia pareja. Obligamos al otro, sea quien sea, a confesar que está siendo poseído: en su voz, que ejerce el conjuro, estoy yo, que actúo desde otro tiempo y a distancia. Un mecanismo irreversible que puse en marcha con mala baba. Mina antipersona.
«Leer era poner su propia voz a disposición de lo escrito. Era ceder su voz durante el instante de la lectura. La voz del lector se somete, se une a lo escrito. Ser leído era ejercer un poder sobre el cuerpo del lector, aun a gran distancia en el espacio y el tiempo.»
SVEMBRO, J. : «La grecia arcaica y clásica», en Historia de la lectura en el mundo occidental, Taurus, 2001.
Pero la posesión es recursiva: el mismo escritor es visto como poseído por ese pensamiento mágico que aún se asombra del lenguaje. Recordemos la invocación a la divinidad que inicia, por ejemplo, La Odisea: Ἄνδρα μοι ἔννεπε, Μοῦσα, πολύτροπον… Háblame, oh, Musa, del hombre de muchos recursos…
Traduzco así πολύτροπον (polítropon) que, literalmente, significa «el que se gira en muchas direcciones»; también podría haber dicho versátil, del latín verto, ere, verti, versum: tornarse, volverse.

A esto lo solemos llamar inspiración y hoy ya no la consideramos divina: la neurociencia está en camino de quitarle todo el encanto al mostrar qué circuitos operan, a nivel inconsciente, preparando la salida de las ideas. La inspiración puede dar vida a los objetos, insuflarles alma (del latín anima, soplo, respiración, aliento, vida). Antiguamente, se dotaba de voz a los objetos para que nos dijesen, por ejemplo, «soy el lekythos (jarra) de Tataie; que se quede ciego el que me robe» o «Mantiklos me dedicó al dios que dispara desde lejos con su arco de plata. ¡Apolo, da tu ayuda a cambio de ello!» Esto último se lee en las piernas de la estatuilla de plata:


Me resulta fascinante la constancia del genio de la lengua; como explica Alex Grijelmo2, cuando toma una dirección, suele seguir por ella: en castellano informal tenemos un verbo, ya algo anticuado, que en mi juventud significaba «sugerir» a alguien de modo clandestino la respuesta de una cuestión que le ha sido preguntada: soplar. Eso, que en el ámbito académico es reprobable, se vuelve trascendental en la Biblia cuando el soplador es Dios y el hálito animador incide en un montoncito de barro.
Pegote eras…
- ¡La inscripción es un hallazgo arqueológico real! Lo expone la profesora Ana Sofía Pérez-Bustamante en La revolución del alfabeto antiguo en la antigüedad, https://slideplayer.es/slide/13917830/ ↩︎
- GRIJELMO, Alex: El genio de la lengua, Taurus. ↩︎